Yo debo ser un anticuada pero “toda la vida de dios” (menos de un siglo) se había conocido a quienes no comían carne como vegetarianos. Hoy existe también la modalidad de “veganos”. Particularmente los principios que conducen a las personas a adoptar esa postura (vegetariano o vegano) me parecen estimables. Pero nuestro amigo Julen Rossi se pregunta si los veganos vienen de la estrella Vega o no (evidentemente es una figura retórica que no pretende ser ofensiva). El equilibrio alimenticio lo ha obtenido un ser omnívoro (el hombre) sin implicarse en sus principios éticos, pero cuando éstos intervienen comprobamos que los principios “pesan” (en ambas opciones).

”No sabía mucho sobre dietas veganas y vegetarianas, pero hablando con una amiga me marcó la principal diferencia: Los vegetarianos son “herbívoros” por razones de salud, simplemente. Los veganos lo son por ética y convicción, creen que está mal tomar una vida animal para alimentarse. Pero yo me pregunto, ¿habrán evaluado, los que así piensan, qué nos sucede con los aminoácidos “esenciales” (son unos 10), que los tomamos básicamente de la carne aportada por animales herbívoros? Los otros aminoácidos “necesarios para la vida” (son 10 más) los obtenemos de los vegetales, ya que nuestra especie es, por evolución, “omnívora”. Los aminoácidos son la base de las proteínas, y por tanto esenciales para el metabolismo humano. Por otra parte, nuestro intestino está cortado, por así decirlo, a las necesidades de un omnívoro: No está preparado para el arduo trabajo de digerir grandes cantidades de vegetales y, no respetar este hecho, podría ponernos en problemas.
Es de suponer que las dietas veganas tratan de suplir esas deficiencias, con una mezcla balanceada de vegetales, para reponer “en parte” los aminoácidos en deuda. Pero ¿tiene sentido alterar un proceso metabólico que evolucionó durante tanto tiempo, y pretender cambiarlo en unas pocas generaciones? Deberíamos aceptar el hecho natural que somos omnívoros, y no intentar cambiar nuestra naturaleza. Tampoco es muy lógico hacer el cambio por haber visto escenas crueles de matanzas de animales. Hay leyes que protegen de la crueldad animal, y los culpables deben ser castigados. Es nuestro destino biológico, y sólo una necesidad extrema debería hacernos abandonar el consumo de proteínas de origen animal.
A veces me da la impresión que denostamos la moral religiosa (y con sobrados motivos), para luego imponernos un tipo de “ética laica” respecto al consumo de alimentos. Y cuando hablo de una “ética laica”, desde ya que la debemos tener, pero no para aplicarla a nuestra alimentación, sino a las relaciones con los seres humanos. Se debe ser ético en todas las relaciones que entablamos con las personas, y a todo nivel pero ¿con la alimentación? A un vegano le resulta “cuasi profano” hablar de un animal como “alimento”. Si esa forma de pensar la ética se la aplicásemos a la Naturaleza, entonces no existirían los animales carnívoros: solo hubiese permitido que evolucionasen los herbívoros, y todos lo seríamos.

Permítaseme un último comentario sobre la “alteración de las cadenas tróficas naturales”:
Hace unos años apareció en Europa, más concretamente en Gran Bretaña, el resonante caso del “Mal de la vaca loca” (Encefalopatía Espongiforme Bovina). La aparición de “priones” (trozos de ADN sueltos) orientó a los investigadores, al comprobar que enfermaban el cerebro de los animales. Era debido a sus hábitos alimentarios; los granjeros hacían un “negocio redondo”, alimentando las vacas con unas harinas alimenticias elaboradas con los huesos molidos de los mismos animales. Un herbívoro no puede consumir carne, y menos de su propia especie: Estaban invirtiendo el sentido de la cadena alimenticia natural. También enfermaron las personas, pero debido al consumo de carnes contaminadas. En este caso desarrollaron la “Enfermedad de Creutzfeld-Jakob”; los mismos síntomas neurológicos, pero en seres humanos. Fulminante, fatal, y sin cura conocida. Hay otras variantes: Un carnívoro no canibaliza a su propia especie, un felino nunca consumiría la carne de otro felino. Cuando un guepardo le trata de arrebatar su presa a un león, éste lo ataca para alejarlo, pero no lo devora, aunque lo mate en el ataque. Y un felino “sólo come hierbas para purgarse”, no las digiere, ni podría hacerlo.
Hace unos años apareció en Europa, más concretamente en Gran Bretaña, el resonante caso del “Mal de la vaca loca” (Encefalopatía Espongiforme Bovina). La aparición de “priones” (trozos de ADN sueltos) orientó a los investigadores, al comprobar que enfermaban el cerebro de los animales. Era debido a sus hábitos alimentarios; los granjeros hacían un “negocio redondo”, alimentando las vacas con unas harinas alimenticias elaboradas con los huesos molidos de los mismos animales. Un herbívoro no puede consumir carne, y menos de su propia especie: Estaban invirtiendo el sentido de la cadena alimenticia natural. También enfermaron las personas, pero debido al consumo de carnes contaminadas. En este caso desarrollaron la “Enfermedad de Creutzfeld-Jakob”; los mismos síntomas neurológicos, pero en seres humanos. Fulminante, fatal, y sin cura conocida. Hay otras variantes: Un carnívoro no canibaliza a su propia especie, un felino nunca consumiría la carne de otro felino. Cuando un guepardo le trata de arrebatar su presa a un león, éste lo ataca para alejarlo, pero no lo devora, aunque lo mate en el ataque. Y un felino “sólo come hierbas para purgarse”, no las digiere, ni podría hacerlo.
A principios del siglo 20, se encontró una tribu perdida en Nueva Guinea (la tribu “fore”), que sufría en forma endémica una extraña enfermedad neurológica a la que denominaban “Kurú” (mortal, desde ya). Ellos practicaban el “canibalismo total” en sus ritos funerarios (consumían todo el cuerpo), mientras otras tribus, sólo practican el “canibalismo ritual” (consumen solo algunos órganos simbólicos: el corazón, el hígado etc.). Las mujeres enfermaban primero, porque los hombres comían los músculos y daban a sus mujeres los huesos y el cerebro del difunto. La enfermedad se producía espontáneamente, y también por contagio. Las otras tribus de la zona, que no practicaban esos rituales, no sufrían el mal. En su ignorancia, también estaban alterando la “cadena trófica” al consumir la carne de su propia especie. Nunca es gratis jugar con las leyes naturales. Las consecuencias no son inmediatas, pero esas alteraciones predisponen a sufrir las consecuencias. Sólo algunas pocas especies están preparadas por la naturaleza para comerse a sí mismas: Las arañas, los tiburones, en ocasiones. Pero no es normal que alteremos nuestra alimentación cambiando de “omnívoros” a “herbívoros”.
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